sábado, 1 de junio de 2013

OJOS GRISES






Mirando sus pequeños y hundidos ojos grises supo que la oscuridad consumiría sus últimos días.

En silencio, frente aquella anciana, deseo haber elegido cualquier otro asiento. Pero al entrar en el vagón sus pasos le llevaron hasta ella. El rencor y la pena, ocultas entre las hondas arrugas que poblaban su rostro, sus manos, sus heridas, le obligaron a contener el aire. Sintió un dolor opresivo en el pecho, y necesitó navegar en la plata de aquellos ojos. Profundizar en sus recuerdos, casi apagados, casi inexistentes, y borrar aquellos que obstinados en permanecer junto a ella, alejaban la paz de sus últimos días.

Pero se contuvo, concentró todas sus fuerzas primero en apartar su mirada, después en ordenar a sus músculos que le sacaran de aquel vagón, y finalmente en subir las escaleras que le llevarían de nuevo hacia la luz.

En momentos como aquellos odió su propio cuerpo, su envoltorio, su disfraz. Ser capaz de poder liberar una mente atormentada y tener que huir a esconderse una vez más.

Quien escogió su castigo supo encontrar la forma de atormentarle.

 

Amaya Alvarez

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